Figuran la olla podrida (sopa con tres vuelcos, el líquido, las verduras y las carnes) de la época tenía más vaca que carnero y recibía con los brazos abiertos las sobras de garbanzos y otras legumbres; otros platos de cuchara y potajes, como aquel que hizo exclamar a Sancho “dos manos de ternera que parecen uñas de vaca están cocidas con sus garbanzos, cebollas y tocinos, y a la hora de ahora están diciendo cómeme, cómeme”.
También los duelos y quebrantos (huevos con chacinas de cerdo y sesos), el cordero y los platos de caza (en especial de la menor) sobre los que Cervantes escribió “aquel plato de perdices que están allí asadas y, a mi parecer, bien sazonadas”.
El pan aparece 65 veces, la cebolla unas 10, el tocino nueve, los huevos ocho (de las que dos ocasiones son de avestruz y otra de pescado, el “cavial”), las aceitunas en un par de momentos (en uno de ellos dice que “secas y sin adobo alguno”), el queso figura en 19 referencias y el requesón en nueve.